martes, 7 de enero de 2014

El número.

Preguntarme una y otra vez por qué perdí ese número telefónico, es como seguir preguntándome quién tiene el control de mi vida. El número no está. Se fue.

¿Se puede conseguir? Por supuesto. Es muy fácil.
¿Quiero conseguirlo? Seguramente no.
Tener ese número para llamar en caso de emergencia, para volver a bucear una y otra vez dentro mío. Para que alguien me ayude a entender muchas cosas que hago…
¿Es urgente? No lo es. ¿Es desesperante? Para nada.
He necesitado ese número con urgencia, he esperado la sesión semanal con urgencia. Ya no.

Tal vez porque nuestra relación terminó de manera impensada. Tal vez porque yo no estaba preparada para decir adiós. Tal vez porque estar cerca de la psicología me hace sentir cerca de quien ya no está, quien fue la mejor oreja que tuve y tendré en mi vida…
Pero lo que tal vez más fuerte fue, fue que ella me dijera que ya estaba preparada para volar.

Ya hace más de un año de esto. Cuando se terminaba aquella etapa.

Hoy, que emprendo una nueva, que me da miedo, terror, lo pienso.
Lo bueno de no tener el número es que puedo tomar la rienda. Puedo pensar qué puedo hacer yo para conocerme, para bucearme, para calmarme y tomar decisiones adultas. Puedo volver a pensar sabiamente en hacer teatro, en dedicarme a mí, en volver a tomar té o en dedicarme a mis hobbies.

Estar en silencio y pensar. Es difícil de entender para el que me rodea, para el que está cerca, en una personalidad como la mía. Pero eso, es lo que necesito en este momento.

Pensar, estar en paz. Dar el paso. Saber qué quiero.

Se viene algo hermoso. Depende de mí.
Y me da mucho pero mucho cagaso.


Hola 2014.

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