Hace más de tres años, cuando hacía un mes de la muerte del
abuelo, tuve un sueño.
Fue raro, duro, y es el día de hoy que lo recuerdo en todos
sus detalles.
Una de las cosas más significativas, aparte del mar, mi
abuelo, mi hermano mayor y demases, fue una muralla de piedras contra la cual
estaba sentada.
Una muralla enorme, que me protegía del mar.
Mucho análisis, mucho tiempo, o poco, para darme cuenta que
esa posición, que esa muralla, ese muro enorme que parecía muy frío pero era lo
que más contención me daba, tenía que ver con mi papá.
Esa posición exacta en la cual me quedé con él, ese 29 de
abril tan duro. Sentada en el pasto de ese horrible cementerio, en sus
rodillas. Él sólo me acariciaba el pelo, y yo sentí que nada malo me iba a
pasar.
Mi papá es así, de muy pocas palabras. Pero con un corazón
tan enorme, tan generoso.
Tres años después, la pérdida toca nuevamente las puertas de
nuestra familia. Otra vez, viajes caóticos, y dolor. Otra vez salas velatorias
y cementerios. Pero si algo, algo tuvo esta vez en común con la anterior,
fueron sus rodillas.
Siempre me sentí bien sentándome en el piso. Es un lugar
menos cómodo, pero más confortable. Y ahí, en esa sala velatoria que tres años
atrás me había despedido de mi abuelo, llorando a mi adorada tía predilecta en
el suelo, lo tuve, otra vez.
Pude aferrarme de sus rodillas y él acariciándome el pelo
fue la única persona que no me pidió que me levante. Sólo estuvo al lado mío. Dándome
fuerzas.
Mi papá me entiende. Y me ama. Como yo a él.
Tal vez nuestras personalidades iguales pero tan diferentes
nos han hecho tener una relación conflictiva algunas veces. Cuando mis locuras
de adolescente no me permitían ver la gran persona que tenía al lado.
Hoy, extrañándote a 600 kilómetros
quiero decirte, que sos el mejor papá del Universo, que no cambiaría nada de
todo lo que pasamos. Gracias por hacer tanto por nosotros, por darnos la enorme
posibilidad de viajar a estudiar. Por enseñarnos de chicos a trabajar, a ser
responsables. Gracias a tu estructura y orden hoy puedo ser quien soy.
Te amo papito.
Nota del autor: Qué caótico este escrito, pero como siempre
digo, los más caóticos y sin hilo conductor, son los que más del corazón me
salen.
Tu dulzura y tu amor sin límites, es lo que me sigue enamorando de vos. Te amo, princesa.
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