Hace frío, tanto frío en este lugar… Recuerdos de infancia y adolescencia, se mezclan con algunos dolores vividos en vacaciones de esta rara juventud…
Y, es raro, pero hoy, charlando, ríendo, cuando me dijeron… “Euge, pareces otra, estás más calmada… estas muy distinta”, y yo contesté… “no sé, maduré”, fue como al fin caer y entender… TODO.
Es cierto que están pasando cosas que no son de las mejores, cosas de salud, pero, también es cierto que, soy otra. Que la calma que me da esta enfermedad rara en gente jóven, me enseñó que toda tu vida puede cambiar en un segundo. Tus planes, tus prioridades, tus sonrisas, tus tristezas.
Cuando ya no es tan interesante salir a ver “que pasa en esta ciudad”, sino, mirar un poco para adentro y para los que uno elige que acompañen y quieren acompañar…
Y si, maduré, y estoy orgullosa de eso, y también, hoy me di cuenta, a casi dos meses, viendo de lejos y ríendome de esta loca pierna, que soy FUERTE.
Que todo esto que pasó, me da más y más fuerzas para seguir, para demostrarme que puedo, que todo se puede… que nada ni nadie se puede interponer en tus sueños…
Y son tantas ideas locas, que se vienen a la cabeza, que hay que dejar escapar…
Hoy la ví, a ella. Recordé, recordamos, juntas… Horas de la infancia, mañanas de primaria, secundaria… y veranos compartidos ya cuando los kilometros nos separaban… Y siempre ahí. Y todavía ahí. Ni seis meses en esos lugares locos nos hicieron perder el contacto, o sí, pero ¿qué más da?, si al vernos y abrazarnos todo vuelve a ser igual…
Y yo, que tantas veces cometo el error de creerme sola…
¿Sola? Con tantos amigos hermosos, con una familia que, aunque tenga sus cosas, como todas, me ama, a la que yo amo… Con dos sobrinos que son la luz de mis ojos, y la hermosura que está por venir…
¿Sola? No Eugenia, no estás sola…
*En casa no hay té de hierbas, esos me esperan para la soledad de mi departamento al regreso, pero este té negro calentito y bien dulce, me está dando una sensación de calma increíble.
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