.su legado.

Llego a casa, después de un largo día de mentiras.

De tristeza disfrazada en síntomas de gripe.

Me saco las botas, la vincha, las medias. Me quedo en pijama y con pantuflas de peluche que me regaló mamá. Así, como una nena, como la que fui con él. Como la que soy adentro. Sólo con quienes amo de verdad.

No conecto el msn, y me olvido del Facebook y sus jueguitos.

Me olvido del trabajo, del jefe, de los blackberrys.

De los bondis y las monedas, del frío y la humedad porteña.

Me olvido del diseño, de los vídeos y los retratos.

Suspiro.

Y lloro. Fuerte, alto.

Porque lo recuerdo, porque siento todo a flor de piel.

Porque estoy por escribir la tercer parte de una historia, la que más me duele. Porque recuerdo ese día segundo a segundo, y me retuerce de dolor.

Pero así debe ser. Así es.

“Escribir ayuda” me dijeron hoy. ¿Y cómo explicar que escribir es mi catarsis, que por no escribir y simbolizar de alguna manera lo que siento, el primer aniversario de la muerte de este gran hombre tuve el ataque de pánico más horrible que puede existir?

Escribir es mi válvula, mi escape, mi ayuda, mi arte.

Paradójicamente, o a lo mejor no tanto, a la primer persona que le interesaron mis escritos fue a él. Para la primer persona para la que escribí historias.
Las guardaba celosamente en una carpeta con folios y se las leía a sus visitas. Y cuando yo lo iba a visitar, me pedía que se los recite, porque como bien dice mi novio, sé donde poner las comas.

Raro no, que mi escritura florezca tanto cuando se trata de él, cuando hablo de él y lo siento tanto. Digo, ¿no será lo que él dejó para este mundo? ¿Su legado? Tal vez en mis letras haya un poco de él. Y pensarlo así me hace extremadamente feliz.